Estuvimos leyendo Los días del venado, de Liliana Bodoc y se nos ocurrió abrir nuetsro propio baúl de los recuerdos para contar sus historias tal como lo hacía Vieja Kush. Este es uno de los relatos...
El baúl de los recuerdos.
Estaba en la cocina, preparando la cena y de pronto oigo: “¡Mamá, mamá!”, muy asustada corro inmediatamente hacia mi hija “¿Dónde estás Clara?”, “Acá mami, en el ático”, puedo asegurar que nunca corrí tanto como en ese instante, ¿Qué le pasaba?, ¿Por qué llamaba con tanta desesperación? Subo las escaleras y la encuentro arrodillada frente a mi viejo baúl, “¡Clara me asustaste!, pensé que algo te había pasado” y ella sonriente me dice: “Tranquila mami, ¿Que me va a pasar?”, claro ella no sabe la desesperación que sufre una madre al oír gritar a su hija, pero bueno, sigo con mi historia. Estaba arrodillada frente a mi viejo baúl, aquel en el cual guarde todos mis más preciados recuerdos, es mi tesoro, toda mi niñez y mi adolescencia están allí, son los únicos recuerdos que me quedan. “¡Mami! Vuelve a gritar”, ¿Qué es lo que pasa Clara, por qué gritas, estoy al lado tuyo?, “Tenes razón ma, perdóname pero estoy muy emocionada por lo que acabo de encontrar”, en ese mismo instante mi cara se transformo, ¿Habrá encontrado algo malo o algo bueno? Y respondí “¿Qué encontraste?, Clara sonriendo, con una sonrisa que nunca antes había visto me mira: “¡Encontré en una cajita cartas de amor!”. Por un momento me quedé helada, ¿Debería contarle la historia de mi primer amor?, “¡Ma, dale contame, ¿Quién era Esteban?!”, millones de recuerdos pasaron por mi mentes y decidí contarle acerca de él.
Esteban fue mi primer amor, lo conocí en el colegio a los 9 años y nunca nos dejamos de hablar, compartíamos juegos, salidas, escapadas, risas. Nuestras familias se llevaban muy bien, siempre se reunían y nosotros siempre nos veíamos. El 22 de Junio, fecha que nunca voy a olvidar, Esteban vino corriendo hacia mi casa, golpeó la puerta le pregunto a tu abuela por mí, yo estaba durmiendo, pero como era tanta la confianza que había entre ello le dijo que valla y me despierte y así fue, yo no entendía bien lo que ocurría, pero en medio de enormes sonrisas me dijo: “Ana, ¿Querés ser mi novia?”, ni lo dude y así fue empezó nuestra relación. Clara me miraba sorprendida, sus ojos brillaban, pero algo en su carita me decía que no todo estaba bien, ¿Qué te pasa mi amor?, “Nada ma, es que leí una de esas cartas y decía que te iba a extrañar mucho y fue la última que te escribió”, más y más recuerdos volvían a mí, algunos tristes y otros alegres. “Hay un pedazo de la historia que aun no te conté, pero creo que es demasiado por hoy”, “¡No mami, por favor contame que paso, porque Esteban se fue y no te escribió más!”, mis ojos se llenaron de lagrimas, ¿Cómo le iba a decir que Esteban sufría de una fuerte enfermedad y que producto de esta falleció?, ¡Es demasiado pequeña aun! no podía contarle la verdad. “¡Clara es demasiado por hoy!”, “Por favor ma, te prometo que nunca más te pregunto del tema, pero dime”. No le podía decir la verdad así que tuve que inventarle algo, solo para verla feliz.
A los 16 años, Esteban se mudó con su familia, muchísimos kilómetros lejos de nuestro antiguo hogar, los dos estábamos muy tristes, 7 años juntos y de un día para el otro el destino nos separa. Durante los años que siguieron nos escribimos pero esa carta que leíste fue la última que recibí, nunca supe porque no volvió a escribirme, es hasta el día de hoy que no se qué será de mi primer gran amor, he intentado buscarlo pero nada supe de él ni de su familia, ahora sabes el porqué de esa última carta, Clara, con los ojos brillosos me dijo “Que triste historia mami” y me abrazó como nunca antes. Tomé las cartas y las guarde en el mismo lugar donde estaban, mis lagrimas caían sobre ellas, ¿Cómo esa horrible enfermedad se llevo a mi verdadero amor? ¿Por qué?
La bronca que sufrí de chica regresó, la culpa de no poder despedirme también; todos recuerdos que juré nunca más tocar. Sequé mis lágrimas y seguí adelante, porque sé que a él le gustaría verme siempre feliz.
Araneo María Lujan.