había una que otra vez...

Los cuentos que nos contaron contados como se nos canta.

miércoles, 27 de marzo de 2013

Teseo, Ariadna, el Minotauro y los chicos de 4to.

Este es el primer post del 2013. A pesar de que los primero autores publicados en este blog ya terminaron la escuela y se encuentran transitando nuevos caminos alrededor de la universidad, el trabajo, etc. decidí continuar publicando nuevos trabajos de nuevos alumnos.
En este caso, luego de leer diferentes versiones del mito de Teseo que seguro todos conocen, nos adentramos en un mundo de pasillos extraños, oscuros; en un laberinto que nos invitó a nuevas escrituras.
El primer cuento es de Bárbara Parisi de 4to. A del Instituo Gruta Nta. Sra. de Lourdes de Lanús. ¡Ojalá lo disfruten tanto como yo!

Miradas, sonrisas y tragedia.
Nervios. Sentí angustia, impotencia; aunque lo describiría mejor como confusión. Me mezclé en una nube de pensamientos, ya no podía recordar el último día que había sido feliz. Lo sabía, lo veía de cerca. Después de esto ya nada iba a ser como antes…

Los primeros días fueron los peores, pero como todo, después se hace costumbre. Recuerdo la segunda noche:

No puedo más, ¿qué hice?, en mi mente la situación está en su punto límite, donde las posibilidades son quedarme estancada en la depresión y esperar mi hora, o bien, seguir adelante e intentar buscar una salida, como siempre hice. Pero esta vez es distinto, se ve distinto y se siente distinto. Esta vez mi fuerza de voluntad murió junto con mis ganas de vivir. Nunca me pasó nada parecido, es como si fuera algo de una sola vez en la vida, donde no tenés experiencias anteriores para poder atravesar los obstáculos que se aproximan, y donde te hallás absolutamente sola, sin nada que te acompañe. Ahora yo soy mi mejor amiga, y tengo que salir adelante conmigo.

Se me pasa algo por la mente: un instante, una imagen, un momento, un recuerdo, sí, uno, solo un recuerdo que abriría en mí puertas para escapar al fin de las tragedias. Respiro. Demasiada presión. Mis latidos suben… o bajan, ¿quién sabe? Yo no, yo no sé nada. De repente me encojo ¿cómo es posible? Tengo 5 años, pero mi mente funciona como adulto, aunque cierto instinto me invita a sonreír infinitamente. Mis peluches, mi cama, mi ropa, todo está ahí, en frente de mis ojos; los mismos ojos que vieron a la vida irse aquella noche cuando todo dejó de ser igual: él ya no está, el primer hombre de mi vida se fue para siempre. Todo está ahí, en frente de mis ojos, esos ojitos café que inocentemente no pudieron evitar llenarse de lágrimas… y claro, después de la muerte de mi padre mi vida dio un giro inesperado, ya no tenía esa felicidad eterna todos los días, ni esa paz interior que él me solía compartir.

Dolor, otra vez. No lo soporto, no lo tolero, lo rechazo, no; otra vez no. Siempre lo mismo, ¿cuándo va a terminar esta tragedia? ¿o será que ya terminó? De todas formas duele, y no me gusta en absoluto.

Hace 1 noche que estoy acá y se siente como una eternidad, pero ¿quién me trajo? ¿Por qué a mí? Nunca me gustaron los laberintos, me aterran, me dan escalofríos. Siempre estuve bajo la protección de mi madre y me costó salir a la vida con independencia y seguridad. Seguro es un sueño, sí, eso es. Me pellizco… no, nada.

No comprendo, las pulsaciones se irregularizan de nuevo. Me mareo, mis ojos buscan un lugar donde quedarse, y de repente mis huesos, esos huesos débiles pero enérgicos comienzan a doler; mi musculatura se estira y también duele; mi tamaño cambia. Tengo 10 años, la muerte de mi padre no parece preocuparme tanto ahora. Mi mente adulta sigue funcionando, pero otro instinto: tengo ambiciones de todo; quiero crecer, casarme, tener hijos y trabajar de lo que más me gusta. En parte se siente bien, pero mi otra mitad sigue aterrada. Otra vez mareos, el lugar se transforma: mi patio de juegos. Es mi escuela, pero nadie me ve, no me reconocen, les hablo y… no contestan. Los quiero tocar… y los atravieso, como la luz del sol atraviesa las nubes. Ni si quiera mis amigos más cercanos me perciben; y quién iba a saber que ser invisible tiene sus ventajas.

Comienzo a observar, veo cosas que nunca supe. Me mintieron, todos me mintieron todo este tiempo y yo nunca me di cuenta; qué estúpida. Pienso. Más mentiras, engaños, traiciones y tragedia; nunca nadie me aceptó, pero me demostraban lo contrario–y será por eso que veo el mundo como un lugar habitado por gente falsa, nunca noté que esa era la razón subconsciente, ni siquiera en terapia-. Ahora se responden muchas preguntas nunca formuladas, pero eso no soluciona nada, yo sigo encerrada en este sentimiento indescriptible y agotador.

Los latidos…ya me acostumbré, supongo que ahora me toca revivir mi adolescencia, y así pasa. Tengo 15 años, ya no pertenezco al idealizado mundo perfecto de una criatura inocente, ahora sé más y lo aprendí por mi cuenta. Respiro. Esto ya se convirtió en una aventura y mi meta es escapar. Ahora las paredes son de vidrio: mucha confusión, nadie me comprende, no sé en donde debo verme reflejada, ¿cuál de todas soy yo? Quiero descubrirme y no sé cómo. Necesito ayuda, alguien que esté conmigo y me acompañe.

Ahí está: mi primer amor. Justo frente a mis ojos, pero el vidrio nos separa. Cuántos recuerdos inolvidables, pero claro, él no tuvo la culpa, fui yo la que se dejó llevar por los prejuicios de la gente, como siempre. Si lo hubiese sabido antes, si me hubiese dado cuenta de que no lo merecía, hubiera actuado diferente, pero son cosas del pasado. Ya su imagen desaparece, se desvanece y es momento de la despedida –aparentemente no era un buen espejo para reflejarme-, lo bueno es recordarlo con una sonrisa.

Sigo caminando, y mientras ando con la vista baja siento un choque de hombros; realmente siento que no estoy sola. Giro la cabeza y miro: soy yo, me estoy viendo a mí misma, así, como soy en la actualidad. Abrazo, de esos que se sienten interminables. Contención, por fin alguien me comprende. Sonrisas, de esas que te hacen llorar. Lágrimas, de esas que te hacen sonreír. Pero mi encuentro conmigo duró poco. Ahora ya no estoy, me desvanecí, y volví a ser quien soy. El pasado ya no está, se fue y no puedo cambiarlo. Lo único que me queda es un eterno presente al alcance de mi mano.

Dolor de cabeza. Respiro. Todo cambia, se empieza a sentir diferente. Ya aclaré mis dudas y no me queda más que esperar y dejar que el tiempo y espacio fluyan. Un fuego en mí comienza a expandirse hasta habitar cada célula de mi cuerpo; ya no tengo la misma esencia. Abro los ojos, mi vista está nublada pero noto que todos me miran. No sé si definir las caras de esos seres tan queridos como preocupadas o esperanzadas, lo único que sé es que algo estaba bien. Era correcto. Era mi último momento y era correcto.

Mis ojos se volvían a cerrar, pero esta vez no iba a encerrarme en mi propio laberinto de tragedias, esta vez iba a permanecer segura y acompañada, esta vez iba a cambiar para bien y todo iba a sanar. Lo último que escucharon de mí fue una palabra de amor, sincera y de corazón. Lo último que escuché de ellos fue una respuesta incluso más bella que aminoraba cualquier llanto. Lo último que vi fueron sus rostros, lo último que sentí fue su amor. Y lo último que intercambiamos, fue una sonrisa.